lunes, 20 de febrero de 2017

Toda niño sensible sabrá de qué estamos hablando


Hubiese sido raro ver a Kurt Cobain con cincuenta años. Con el diario del lunes, su vida y obra parecen pensadas de manera detallada (dicen que era medio obsesivo del detalle). Fue un punk antisistema sumamente funcional a la industria. Nirvana poseía la angustia, el resentimiento y la tristeza del que no tiene más de veinte años. No hay muertes en las canciones de Cobain, excepto las que surgían de su mente y lo tenían como protagonista. Nunca pudo hacer un disco adulto. No podía envejecer.

“¿Qué voy a hacer cuando sea mayor si ya lo sé todo sobre el rock and roll a los 19?”, escribió en su diario en 1986. Juntó todo el combustible en la infancia y la adolescencia. La excelente biografía Heavier than Heaven, de Charles Cross, muestra a una familia que tenía a Kurt como su exponente más brillante. El que daba la nota. El que siempre hinchaba las pelotas, el que sonreía en cada foto. En el 76, cuando el futuro héroe generacional tenía nueve años, Don y Wendy, sus jóvenes e inexpertos padres, se separaron y provocaron una herida imposible de curar.

Desde entonces, Cobain comenzó a pasar al lado oscuro. Dejó de ser el niño feliz para ser cínico, triste y resentido. Se pueden escuchar esas dos características en la música de Nirvana de manera bien marcada: el costado pop, de melodías bellas y sensibilidad en primer plano, mezclado con la agresividad y la fuerza del que está peleado con la vida. Algunos punks no se permiten mostrarse blandos. Algunos blandos no se pueden poner duros. Cobain abarcaba todo y esa capacidad lo ayudó a trascender.

Hace una década se editaron los diarios de Cobain. Traducidos a un horrible español de España, son la puerta a una mente compleja que evitó abrirse demasiado. Ahí pueden leerse cosas como el párrafo que sigue. “Mis letras son un gran montón de contradicciones. Se dividen a partes iguales entre opiniones y sentimientos sumamente sinceros y refutaciones sarcásticas y humorísticas, espero, hacia los estereotipados ideales bohemios desfasados desde hace años. Y es que parece que un compositor de canciones no tenga más que dos maneras de ser: o la propia de visionarios tristes y trágicos como Morrisey (sic), Michael Stipe o Robert Smith, o la del típico chico blanco alelado e ido de la olla que va de ‘Eh, vámonos de juerga y olvidémonos de todo’, gente como Van Halen o los demás mierdas del heavy metal”.

En el ENORME documental About a Son, Cobain cuenta que de chico flasheaba que era un extraterrestre adoptado. Por las noches “hablaba” con su “familia verdadera”, que estaba andá a saber en qué lugar de la galaxia o el universo (no especificó). Pero no se creía único: pensaba que había muchos otros como él dando vueltas en el mundo. Es que era fácil sentirse un bicho raro en Aberdeen, el pueblo conservador en el que se crió, repleto de machos a la vieja usanza, bebedores de birra, adoradores del deporte rudo que despreciaban a los que preferían quedarse en casa a dibujar, como decía Javier Martínez.

Las inclinaciones artísticas de Kurt fueron bien recibidas por su familia. Su mamá lo alentaba a dibujar y hacer música. Su tía Mary le regaló una guitarra eléctrica con amplificador, un tambor y discos de Los Beatles. De chico, Cobain sentía que “no tenía obstáculos”. El problema era Don, un tipo que quería que sus hijos se comportaran como adultos. Todo tenía que ser perfecto o papá se enojaría. El niño Kurt intentaba complacerlo para no tener que ligar un sopapo, pero no podía evitar ser un atropellado. Su hiperactividad le jugaba en contra.

Don Cobain fue el gran enemigo de Kurt. En las entrevistas lo decía: nunca tuvo una figura paterna. Lo destrozó en la letra de “Serve the Servants” diciendo que el quería tener un padre pero sólo tuvo un papá, un tipo con el que nunca pudo profundizar nada. Alguien que no le dejó enseñanzas, excepto no ser como él.

                                           

Cuando era adolescente, Cobain descubrió el punk, que le pareció “de otro planeta”. Justo a él, al extraterrestre. El punk, según sus palabras, le mostró quién era realmente. Abrazó la causa, se la tatuó, se aprendió los dogmas y escuchó todos los discos. La tristeza por haber sido abandonado por una chica lo inspiró para hacer sus canciones más conocidas, las de Nevermind. Cuando fue papá no pudo mostrar demasiado: en In Utero prefirió volver a quejarse de su padre y le pidió el cordón umbilical a su mujer para volver a encerrarse ahí donde no había preocupaciones.

Y ya que estamos, qué bien cantó en ese disco (en todos, en realidad). Me encanta cómo pronunció el verso "She eyes me like a Pisces when I am weak". Creo que esas palabras tienen la plasticidad necesaria para encajar perfecto en la música. Discépolo logró lo mismo en esta parte de “Yira… yira…”: “Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar”.

En Heavier than Heaven, Cross relata un momento ideal para cerrar la primera temporada de la hipotética serie Kurt, el punk que no quería crecer: cuenta que poco después de vivir la separación de sus padres, Cobain empezó a construir su carrera de mega héroe del rock. Aún siendo un niño, escribió, bien claro, “odio a papá, odio a mamá” en la pared de su pieza.

2 comentarios:

El Delgado Duque Blanco dijo...

Excelente artículo, como siempre.
Espero tus opiniones sobre el nuevo disco de Charly.
Saludos!

Federico Anzardi dijo...

Gracias Duque. Escuché el de Charly, me sorprendió. Ya veré si me sale algo. Te recomiendo estos tres textos mientras tanto: http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/157780203270/una-vaga-idea-de-eternidad