lunes, 11 de septiembre de 2017

"Trump creó una burbuja de fantasías"



El crítico inglés Simon Reynolds está en la Argentina. El fin de semana pasado se presentó en la ciudad de Córdoba y este martes 12 va a estar en Buenos Aires. Va a dictar una "clase magistral" sobre la relación entre el rock y el mundo del espectáculo llamada "Todos están en el show business". El evento se realizará en el Centro Cultural San Martín, a partir de las 19 horas.

Aquí, Reynolds se explaya sobre su reciente libro Como un golpe de rayo, en el que aborda la historia del glam rock y sus consecuencias. La entrevista se hizo vía correo electrónico a mediados de agosto. Se publicó en La Agenda la semana pasada. Por una cuestión de espacio, sólo pude incluir un fragmento de las generosas respuestas que mandó (¡nueve páginas de Word!). Acá la comparto completa.

- Como un golpe de rayo tiene 700 páginas. ¿Cuántas más escribiste? ¿Qué dejaste afuera?
- No estoy seguro. Con cada libro que escribo siempre me excedo y luego lo tengo que acortar, por lo general para hacerlo más legible y más fluido. De todos modos, en el libro del glam no corté capítulos enteros. Incluí a todas las personas que quería cubrir. Siempre hay historias piolas, detalles informativos o descripciones más profundas de canciones o discos puntuales que tenés que dejar afuera porque es importante que el libro se lea con fluidez y que tenga cierto ritmo narrativo. Algunas veces me desvié teóricamente y a la larga decidí “esto hay que sacarlo, está desacelerando la historia”. Uno de esos desvíos es la base de la charla que voy a dar en Argentina: el análisis de la relación entre el rock y el mundo del espectáculo: ¿El rock es una forma de arte y una fuerza para el cambio revolucionario? ¿O es solo entretenimiento, fantasía y espectáculo?
- ¿Qué podría causar hoy el mismo impacto que se originó a partir de la falsa salida del closet de Bowie en 1972? ¿Por dónde transita la transgresión en 2017?
- Me parece que en el siglo 21, y probablemente desde antes, la música pop ya agotó el concepto de impacto y escándalo como una estrategia estética. Lady Gaga intentó despertar la idea amontonando todas esas imágenes extremas y esas tendencias de la moda. En mi opinión, fue bastante aceptado y ella fue tomada como una artista con una imagen muy peculiar, nada más. Me parece que ni siquiera fue considerada tan amenazante como lo fue Marilyn Manson en los 90, al cual muchos cristianos del corazón de Estados Unidos de ese entonces consideraban genuinamente peligroso (mientras que las personas con nociones de actualidad, como vos y yo, probablemente pensábamos que era bastante absurdo, y no nos sorprendía en absoluto). No creo que Lady Gaga haya ofendido de verdad a nadie, ni que la gente la haya visto como una transgresora. Por supuesto que tiene fans que la ven como una especie de vocera de la rareza y de la inadaptación. Es admirada y adorada por sus declaraciones en apoyo de las personas LGBT. Pero ese tipo de valores ya son bastante comunes hoy en día, y esa conducta  es la esperable dentro de la industria del entretenimiento.
Cuando hablamos de escándalo, atrocidad y transgresión de los estándares respetables y las normas civilizadas, es difícil competir con lo que está sucediendo con la política en la actualidad, ya sea siendo expulsado desde la Casa Blanca o burbujeando nocivamente en en las cloacas de internet, en el discurso del odio de la derecha, en la paranoia neofascista, en la misoginia despiadada, el racismo cavernícola, etc.
De hecho, lo que sucedió con la llamada derecha alternativa debería hacernos cuestionar los impulsos que hay detrás del deseo de impactar y transgredir. Tal vez, hace mucho tiempo, hubo un instinto genuinamente liberador detrás del discurso sin censuras de un comediante como Lenny Bruce, o de algunos escritores o músicos que decían en voz alta las verdades menos bonitas. Pero sólo basta con observar al punk o la industria cultural para darnos cuenta que la lógica de la transgresión puede conducir a las personas a posturas muy nihilistas que pueden terminar en un coqueteo con el fascismo.
- Cuando leí cómo destacás la impostura y las mentiras como herramientas fundamentales del glam pensé en Bob Dylan, quien también mintió mucho en sus primeros reportajes. ¿Creés que Dylan utilizó la misma táctica o no era tan pragmático como Bolan o Bowie? ¿Qué opinás del reciente Premio Nobel que recibió?
- Dylan se inventó a sí mismo como imagen pública. “Bob Dylan” no es su verdadero nombre y, al igual que Bowie, se construyó a sí mismo un “yo” artístico “tomando prestadas” las ideas de otras personas, particularmente las de Woody Guthrie. Sin embargo, nunca me pareció que esto fuese una versión previa del glam, ya que su imagen visual no cambió demasiado y nunca hubo un elemento teatral en sus actuaciones. Pero, ciertamente, le gustaba jugar con los medios, y sus fans lo seguían, y usar ideas sobre inescrutabilidad y una mística super cool y enigmática como forma de transitar el reino de la fama. Bowie aprendió algunas cosas de Dylan.
No soy muy fanático de Dylan; de hecho sus letras son uno de los motivos por los que su trabajo no me produce demasiado. Me gusta el sonido de sus discos de los 60 y de comienzos de los 70, y he llegado a darme cuenta que hace cosas interesantes con su extremadamente limitada y poco agradable voz. Pero sus palabras… rara vez puedo conectar con ellas. Suelo admirar más a los compositores que se abren y dicen todo lo que quieren decir de la forma más clara y directa posible. Por lo general sospecho que los compositores que usan imágenes opacas o abstractas en realidad no tienen algo para decir y eso mismo es lo que están encubriendo. Así que, a mi, que Dylan haya ganado el Premio Nobel me parece un desperdicio de un premio que podría haberse entregado a algún novelista o poeta increíble pero mucho menos conocido que en verdad hubiese sido beneficiado con esta atención. Dylan no necesita más elogios ni dinero.
- Según Mike Chapman, el glam era (¿es?) “música para ser vista y oída”. ¿Se sostiene el glam sólo desde los discos? ¿Se puede disfrutar sin ver?
- Yo creo que la mejor manera de experimentar el glam es a través de apariciones en la televisión. Son más controladas y visualmente acertadas que un show en un escenario y, además, se ven los acercamientos a la cara del cantante. También se pueden apreciar los disfraces, el maquillaje y los peinados en detalle. Cuando me pregunto cuáles son los mejores momentos del glam, para mi son las apariciones de personalidades como Roxy Music, Bowie, T. Rex, The Sweet y Gary Glitter en Top of the Pops, el show de pop que se emitía semanalmente en el Reino Unido y que era seguido por una gran cantidad de gente, es decir que era el escenario con más espectadores que un músico pop podía alcanzar. También pienso en los New York Dolls en el Old Grey Whistle Test, el show de rock más serio de la BBC, orientado a jóvenes adultos, basado en discos en lugar de singles.
No obstante, los discos definitivamente funcionaban por su cuenta. Artistas como The Sweet, Gary Glitter y Suzi Quatro sonaban en discotecas en todo el Reino Unido, y en otros países también, y los chicos bailaban enloquecidos sólo con el impacto auditivo. El glam era esencialmente música disco antes del disco, todo se basaba en el sonido de los tambores. Las producciones de The Sweet sonaban en particular espectaculares en la radio. Por eso tomé la cita de Mike Chapman que dice que la música en sí misma tiene una naturaleza casi visual. Su producción era tan precisa y tridimensional, y la histeria tan intensificada, que era casi como un drama que se representaba a través de las ondas radiales.

                   

  - El libro también me hizo pensar en la posverdad, en los políticos no-políticos que llegan al poder a través del show business y con el apoyo de las noticias falsas que se vuelven virales. ¿Hay alguna relación?
- Mientras escribía era totalmente consciente de que el perfil de la personalidad de algunas de las estrellas sobre las cuales estaba escribiendo (narcisistas, exhibicionistas, ambiciosas por recibir la atención del mundo, flexibles en su relación con la verdad, dispuestas a decir casi cualquier cosa con tal de obtener publicidad y para impulsar sus carreras) era incómodamente similar a la del hombre que parecía ser el principal candidato republicano para presidente. Terminé el libro a comienzos de 2016, cerca del momento en el que parecía seguro que Trump iba a vencer a todos sus contrincantes republicanos. En el libro hay algunas referencias sobre las ideas de Trump sobre “la hipérbole verdadera” y sobre la importancia de la proyección de fuerza y certeza como herramientas esenciales a la hora de cerrar negocios y acuerdos (cómo la imagen es más importante que la realidad).
Si hubiera terminado el libro un año después, después de las elecciones, hubiese hecho muchas más de estas conexiones. Trump es una figura que primero suprimió la diferencia entre la actividad inmobiliaria y el mundo del espectáculo. Después suprimió los límites entre la política y el mundo del espectáculo. Muchas estrellas pop y del cine, en mi libro Bolan es el mayor ejemplo, vivían en esta burbuja de fantasía y engaño respecto a lo geniales que eran. Eran capaces de vender al público un mito sobre ellos mismos porque ellos mismos se creían sus propias mentiras. Ese es el secreto del comercio en el entretenimiento, en los negocios, en la política: creer en la ilusión que uno creó. Trump creó un mundo que es una burbuja de fantasías, con triunfos que no están basados en un logro verdadero, ni en la realidad; y convenció, en el conteo más reciente, a cerca de un 35%  del público norteamericano de vivir en esa irrealidad posverdadera y sin fundamentos.
- ¿Qué material utilizaste? ¿Tenés un archivo personal de revistas y diarios? ¿Hiciste entrevistas? You Tube debe ser fuente permanente.
- Hice bastantes entrevistas y, en especial, obtuve varias cosas interesantes de las figuras menos conocidas de ese entonces (productores, técnicos, mánagers, periodistas, músicos de bandas que están algo olvidadas, pero que fueron importantes en ese momento). Pero el material más útil fueron las revistas viejas. Sí, tengo un archivo considerable de periódicos y revistas de música de los 70, y en ellos se pueden encontrar toda clase de detalles olvidados: citas de lo más inusuales y frescas de las grandes estrellas, que son distintas a las que ya vimos una docena de veces en otros libros, y también se obtiene un gran sentido del contexto, todo lo que estaba pasando en la música en ese momento, cuál era el trasfondo sobre el cual el glam brillaba tanto. Y tan sólo el sentimiento y las vibraciones de la cultura del rock de ese momento.
YouTube fue muy útil, aunque ya hay demasiado material subido ahí en la actualidad. Cuando hice el libro sobre postpunk YouTube no existía y de alguna manera eso terminó siendo mejor.
- Me gustaría saber cómo es el lugar donde escribís: qué hay a tu alrededor, qué elementos o “ritos” ayudan a concentrarte y qué puede llegar a distraerte.
- Es una oficina al frente de la casa, una especie de jardín de invierno que está apenas separado del cuerpo principal de la casa, por lo cual suele ser demasiado caluroso en verano y demasiado frío en invierno (estamos en Los Angeles). Sin embargo, tiene muy buena luz y es lindo ver al cartero llegando, a las ardillas escalando árboles y a los colibríes sumergiendo sus picos en los ramos de flores en el jardín. Como es de esperarse, hay muchos libros apilados en el piso. Cuando estaba haciendo el libro del glam todos los libros eran relacionados a ese tema. Discos esperando ser reproducidos, carpetas, revistas, la parafernalia usual de un escritor.
En realidad no tengo ningún ritual, salvo que tomar un montón de té cuente como uno. Por lo general, tengo música puesta la mayor parte del tiempo; aunque si el trabajo está yendo demasiado bien, a veces me olvido de poner algo nuevo. O bien ponía glam sin parar o bien ponía nuevos lanzamientos con los que intentaba mantenerme al día, y otras veces, sólo para obtener una energía propulsora, ponía música dance de los 90: rave hardcore y jungle. El problema de escuchar música y trabajar a la vez es que, si en verdad le estamos prestando atención a la música, el ritmo de trabajo se desacelera; y, por el otro lado, si uno está trabajando bien, puede encontrarse con que escuchó un disco entero y que no se acuerda nada en absoluto al terminarlo. Por eso, cuando estaba escribiendo sobre discos específicos para el libro del glam me alejaba de la computadora y me concentraba sólo en la música y mientras tanto escribía notas en papel.
Mi método implica mucha pérdida de tiempo, distracción, posponer el arranque. Las noticias y comentarios infinitos y detallados sobre política son realmente una gran interrupción de la concentración, porque sentís que estás haciendo algo valioso al mantenerte al tanto de las últimas noticias. Una vez que el deadline se acerca demasiado (por lo general un deadline impuesto por mí mismo: tratar de terminar una sección para cierto día) es impresionante lo rápido que avanza la escritura. Me puede llegar a llevar tres días escribir las primeras 150 palabras de un capítulo, luego el ritmo se acelera y cuando llega el último día ya escribo 5.000 palabras en un solo día. Es como escalar hasta la cima de una montaña y después bajar corriendo hasta la base.
- ¿Cómo describirías tu evolución en la escritura? En este libro, a diferencia de, por ejemplo, Retromania, sos más directo, casi no hay primera persona.
- No creo que haya una evolución en sí, es sólo una forma diferente. En el libro del glam –así como en el de postpunk– cuento una historia de la cual no soy protagonista. No estuve involucrado en los acontecimientos y tampoco fui un testigo presencial. Experimenté estos hechos de una manera indirecta, a través de los discos o a través de los medios de comunicación masivos, como la radio y la televisión. Mi visión personal se hace ver en la forma en la que armo la historia: las descripciones de la música y de las caras, los cuerpos y las actuaciones de los artistas y las opiniones que doy. Pero Retromania fue mucho más polémico, una reacción personal hacia lo que estaba sucediendo en la cultura musical,  arraigado a mi respuesta emocional –¡desorientación y desesperación!– hacia los acontecimientos del siglo 21. Por lo cual se sentía perfectamente natural recurrir a mis propias experiencias como, por ejemplo, coleccionista. Y también escribí sobre mi hijo y sus colecciones. O escribí sobre mis encuentros con varios “revividores” (revivalists) y personas obsesionadas con eras particulares de la música, como las que conocí durante mi primer año en la universidad y que vivían en la época hippie, como en una discontinuidad temporal. A la gente parece gustarle ese tipo de escritura más personalizada, y también las observaciones basadas en la experiencia propia. Definitivamente lo volvería a hacer si el tema lo permitiese, pero no me pareció apropiado ni efectivo hacerlo en el libro del glam, excepto en la introducción y en el ensayo final sobre la muerte de Bowie, que es intensamente personal y refleja mis propios encuentros con la mortalidad en los últimos años.
Me parece que se puede escribir de forma personal sin la necesitad de utilizar la primera persona “yo” ni referirse directamente a las experiencias personales de uno. Al final, es todo una especie de biografía descolocada, o una especie de poema indirecto sobre la vida de uno, en el sentido de lo que a uno le importa. Otra persona podría haber contado con exactamente el mismo material de investigación que tuve yo para el libro del glam, el de postpunk o el de tecno, pero el producto final hubiera sido completamente diferente.
En un sentido más general, durante todo el transcurso de mi carrera, pasé de ser mucho más crítico y despectivo hacia las cosas que no me gustaban (que es la forma en la que escribía a fines de los 80 en el fanzine Monitor y luego en Melody Maker, cuando era un joven de veintipocos) a ser mucho más comprensivo y empático respecto a la música, las escenas o los gustos que no me agradan en lo personal. Me gusta entender la atracción que tienen estas cosas y cómo las escenas o las subculturas funcionan en los fans, los oyentes y la gente que hace la música.
Esa es una evolución bastante normal y esperable: uno se vuelve menos intolerante y más curioso sobre lo que motiva y excita a otras personas, uno quiere tener una noción de cómo se ve el mundo a través de sus ojos y de cómo construyeron su propio conjunto de valores.
- Te formaste con un periodismo que no tiene mucho que ver con el actual. ¿Cómo te llevás con el periodismo online, la inmediatez de las redes sociales y la necesidad de escribir muchos artículos de pocos párrafos para alimentar continuamente el clickbait?
- Personalmente no suelo escribir artículos de párrafos cortos –¡de hecho, con este libro de 700 páginas demuestro que voy hacia la dirección opuesta!-. Por lo general, la mayor parte del trabajo que hago es en formato largo, son cosas como el ensayo de 5000 palabras sobre Donna Summer y Giorgio Moroder que escribí recientemente para Pitchfork, o la crítica de 1000 palabras de algún disco para The Wire o 4Columns. Sí disfruto escribir de forma más fragmentada en mi blog. Me parece que las explosiones de ideas cortas y pegadizas, o las reacciones instantáneas pueden tener un gran valor o ser muy entretenidas, tanto escribirlas como leerlas. Gran parte de mi blogging consiste en postear uno o varios videos de YouTube y hacer comentarios breves: ocurrencias, chistes, conexiones. La gente escribe cosas muy buenas en Facebook y escribir un tuit genial implica un arte. Es una pena que sea todo tan efímero y se olvide tan rápido. Por eso, uno se cuestiona si alguien debería desarrollar los post de Facebook o los hilos de un tuit para convertirlos en un ensayo y, de esa forma, habría más tiempo de analizarlos. Pero la espontaneidad suma muchísimo. Y, al final de cuentas, todo es efímero, incluso el ensayo o libro más pensado e investigado en profundidad desaparecerá con el parpedear del ojo de la eternidad. Entonces ¿quién es uno para juzgar si un tuit, o el posteo de un blog o una opinión de Facebook implican una pérdida de tiempo mayor que el escribir un libro?
- ¿Por qué escribiste que la Melody Maker de principios de los setenta era “más inteligente y entretenida que la competencia”? ¿Cómo se puede lograr un periodismo musical entretenido e inteligente en la actualidad?
- Creo que lo que me llamaba la atención de la Melody Maker de ese momento era que tenía el ethos de un diario. La mayor parte de su staff y escritores venía originalmente de diarios locales, tenían ese entrenamiento y esa mentalidad. Por eso en la Maker hacían trabajos muy bien relatados sobre temas que no eran necesariamente las cosas que uno esperaría que cubriera una revista de rock seria. Salían notas sobre clubes de fans o sobre algún fenómeno adolescente, como la manía de los Jackson 5, The Osmonds o David Cassidy. Había muchos artículos sobre la industria musical, charlas con patrocinadores o con productores sobre la industria o sobre el estado de la música pop. Pero a la vez tenía dos hojas repletas de Sun Ra o Stockhausen. Al mismo tiempo, así como tenían el periodismo apropiado, también tenían columnas, críticas sobre discos, críticas sobre shows y artículos de opinión sobre temas de actualidad súper tendenciosos. Por lo cual era una una mezcla muy buena de periodismo empírico presencial y artículos sobre noticias, escrito con más objetividad e imparcialidad, al lado de otra forma de escribir mucho más crítica y sentenciosa.
Alrededor del 74, New Musical Express asumió el mando de Melody Maker, destacando el lado crítico, sentencioso y tendencioso, convirtiendo a los escritores en celebridades y personajes de culto. No atraían al talento local de los periódicos, sino a la gente de la prensa under –las revistas y diarios de la contracultura-. Así que a pesar de que tenían algunos periodistas buenos haciendo reportajes y noticias orientados a la industria, y también reportajes sobre política,  el equilibrio se desplazó hacia la opinión y el crear controversia. Esto fue genial, yo era muy fan de NME, en especial durante los años postpunk.  Pero, observando la Melody Maker de comienzos de los 70, el equilibrio que tenían era de alguna manera mejor. Tenían corresponsales extranjeros como un diario formal, una agencia en Nueva York, personas en otras grandes ciudades de la industria de la música en Estados Unidos. Fue el medio gráfico sobre música más vendido del mundo durante un par de años y se consideraba a sí mismo como el diario musical de referencia, del mismo modo en que el New York Times se consideraba el diario de referencia. Para un historiador, el abanico de escrituras que tenia la Melody Maker de ese entonces puede ser un recurso muy valioso. Podés enterarte cuánto salía ir a un concierto de rock en 1972. Cuánto costaba ser un miembro del club de fans de Slade, y ¡todo lo obtenías por 50 centavos! Así que, del discurso de la época -las ideas y valores que están expresadas en los escritos críticos y también los escritos de los fans en la página de cartas, las cuales usé muchísimo en el libro del glam-  se obtiene toda esta información tan rica y basada en hechos reales.
No se cómo recuperarla. En el periodismo musical de la actualidad está faltando la parte de reportajes. En realidad no es puramente periodismo. Es todo críticas, opiniones, “hot takes” y entrevistas que no se hacen en persona, sino que por teléfono o, lo que es incluso peor, cada vez más por mail. Por lo cual no hay una dimensión de reportaje ni un sentido del músico como un ser humano de carne y hueso. El problema ahora es cómo financiar un periódico de música de esa dimensión. La Melody Maker y otros periódicos de música obtenían todos sus fondos de compañías discográficas y de patrocinadores de conciertos que compraban espacio publicitario. Para esas empresas, los medios gráficos sobre música eran la única forma de llegar a la audiencia del rock. Ese dinero que ingresaba todas las semanas le daba la posibilidad a los medios de música de cubrir una gran parte de los gastos semanales, emplear a siete u ocho escritores y darle trabajo a docenas de trabajadores independientes que podían vivir trabajando enteramente para Melody Maker, o NME o Sounds.
- Destacás a Lester Bangs y escribiste que la crítica de rock debería ser “ferviente, encendida y ridículamente polarizada en sus juicios”. Sin embargo, tus textos no son polémicos ni manifiestos de fanzine. ¿Cómo llegás de una manera más “sobria” a eso que definís como “la Verdad dándote un puñetazo en la boca”?
- He escrito muchas cosas controvertidas con el pasar de los años y aún escribo artículos de opinión, columnas y posteos de blog largos que muestran una postura. Y en mis libros –aunque tienen un tono sobrio y una investigación profunda–  siempre hay algún tipo de punto de vista. Respecto al libro de postpunk, estaba diciendo “esta fue una era de la música que necesita más reconocimiento, y tenía ciertos aspectos que sería bueno que tengamos hoy”. De cierto modo, era el comienzo de mi crítica sobre la cultura retro.  Retromania en sí mismo fue una intervención por completo –molestó a muchas personas y provocó muchas discusiones-. Es cierto, sin embargo, que las opiniones están respaldadas por evidencia y razonadas con cuidado a través de argumentos. Pero fue un libro controvertido con el cual muchos discreparon.
De hecho, hay un toque polémico a lo largo del libro del glam, aunque es más sutil. Hablo sobre la fama y su efecto distorsionador, tanto en la estrella individual como en la cultura en su totalidad. Analizo el narcisismo y el deseo por la atención y la gloria mundial como forma de inmadurez a nivel individual, pero también a nivel de civilización: un trastorno de personalidad, una decadencia en nuestra cultura. No quería meter esta idea en la cabeza de la gente, pero se ve a lo largo de todo el libro, desde la dedicatoria a mi padre fallecido y a mi madre que aún vive, hasta el ensayo final sobre Bowie y lo efímero que es el estrellato y la gloria mundial. El libro se puede leer como si fuese la historia del glam y tomarlo como una celebración de la música y los logros de los artistas –ya que lo es–; pero me parece que un lector más atento puede notar que hay una pizca de ambivalencia a lo largo de todo el libro. Creo que la mayoría de las personas que hicieron esta música increíble no son admirables como seres humanos. Sus posturas me parecen bastante cuestionables. El libro de postpunk era de muchas formas una serie de narraciones heroicas, pero no creo que las figuras del libro del glam sean el mismo tipo de héroes. También, al mismo tiempo, en el libro del glam cuestiono el concepto mismo de heroísmo, el deseo de sobresalir como un ser extraordinario o súper significativo.
El enfoque sobre Bangs, me parece, es el de un hombre joven. Es lo que hice cuando era un hombre joven. Es un tipo de escritura que funciona cuando ves las cosas en términos blanco o negro. Esta música o músico es la salvación, el camino correcto; esta música o este músico está mal, no es la dirección en la que la música debería estar yendo.  Esa visión polarizada te permite escribir de una manera mucho más agresiva, ferviente, cruda y definida – alabando algunas cosas a los cielos, condenando otras cosas-. Es muy emocionante leer –y escribir– de esta manera, pero a cierta edad, con suerte, se empiezan a ver las cosas de una forma más sutil, con matices de grises. No se puede evitar cambiar al crecer. Seguir escribiendo de esa manera polarizada y súper crítica sería falso y forzado. Irremediablemente, uno comienza a tener un sentido de perspectiva . Uno se da cuenta que la gente escuchando o hacienda música que a uno le parece mala no es en verdad dañina ni terrible. En especial comparándola con las cosas terribles, dañinas y nocivas que suceden en el mundo.

Traducción de Ana Belén Segura. Fotos gentileza de Caja Negra Editora. 

4 comentarios:

Juan manuel dijo...

Que privilegio entrevistarlo..por suerte los periodistas son mas generosos con las respuestas que los musicos..

Federico Anzardi dijo...

La verdad que está bueno. En mi caso es una revancha: en 2013 lo entrevisté acá después de una de sus charlas y el grabador no anduvo. No quedó nada de esa entrevista, salvo mis recuerdos!
Y sí, cada tanto los músicos te tiran un "la verdad que no sé" y los querés matar Saludos Juan!

aliamay dijo...


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tiene intentar encontrar las frases del canserbero entonces compruebe esta colección frases de canserbero

Federico Anzardi dijo...

Es lo que siempre digo!